Catalunya y el peligro de desgobierno

Finalmente, Pere Aragonès ha sido investido President de la Generalitat Catalunya, gracias al apoyo de Junts y de las CUP. Tenemos por lo tanto un gobierno íntegramente independentista, pero con visiones de país totalmente diferentes, cuando no contradictorias. Si alguien pensaba, por ejemplo, que Junts per Catalunya había virado hacia la izquierda, el desmentido ha sido rápido cuando han propuesto a Jaume Giró como Conseller d’Economia. Será digno de ver cómo se implementa una política económica y unos presupuestos con un banquero a la cabeza y los votos imprescindibles de una formación anticapitalista como las CUP.

Si alguien ha mirado el programa social del nuevo gobierno, podrá ver como se propone un notable aumento de la inversión en partidas tan importantes como la salud, la investigación o la educación. Pero cuando buscamos las fuentes de los ingresos, no existe ni una sola mención a los tributos de competencia autonómica, dejándolo todo en una emisión de bonos no cuantificada (y autorizada excepcionalmente por el gobierno de España) y en los fondos que han de llegar de la UE (que previamente han de pasar por Madrid y con unas condiciones que probablemente no sean muy compatibles con el desarrollo del gasto social). Por consiguiente, cambian mucho las cosas o el desgobierno en el eje social puede ser considerable.

Cabe preguntarse cómo hemos llegado hasta este punto, es decir, cómo es posible que el gobierno de Catalunya se sustente exclusivamente en el eje nacional. Alguien podría pensar que en un contexto político normalizado cabrían otras alternativas como la repetición de un tripartito de izquierdas. El problema es que la situación catalana dista mucho de estar normalizada. El eje nacional ha quedado claramente sobredimensionado durante los últimos años, la movilización en las calles ha girado en torno al mismo y la respuesta represiva de los aparatos del Estado ha acabado de dinamitar la posibilidad de tender cualquier puente que vaya más allá del problema nacional. De hecho, solamente los Comunes han planteado de manera explícita la opción de un gobierno de izquierdas, pero el PSC y ERC ni siquiera lo han tomado en consideración, por la sencilla razón de que en la coyuntura actual es inviable. Cabe recordar que la formación de Ada Colau venía de ganar por dos veces unas elecciones generales en Catalunya, con el liderazgo de Xavi Domènech y el empuje de UP en todo el Estado. Pero durante los últimos años han padecido fuertes divisiones internas, la renuncia de Domènech y la falta de una posición clara sobre el asunto nacional. Desgraciadamente, un proyecto que tenía opciones de hacer de puente ha acabado en medio del río, y además recibiendo pedradas desde ambas orillas.

La preponderancia del problema nacional ha impedido incluso la posibilidad de un gobierno de ERC con geometría variable, sustentado en el hecho de que en Catalunya existe una mayoría independentista y de izquierdas. Esto abría la posibilidad a un gobierno de ERC con el apoyo de las CUP, PSC y Comunes para los temas sociales, y con el sustento de las CUP y Junts para los temas nacionales. Esta opción llegó a apuntarse en algún momento, pero tampoco ha fructificado porque para ello haría falta lo que hemos definido como un contexto político bastante más fundamentado en el diálogo constructivo.

Por consiguiente, la situación política catalana continúa en un callejón sin salida. El gobierno del PP y el Tribunal Constitucional negaron la propuesta de un Estatut que había conseguido un consenso bastante amplio en la sociedad catalana, y ese fue el detonante de todos los problemas que hemos padecido posteriormente. La polarización no ha hecho más que ir en aumento ante las constantes negativas desde el gobierno central de negociar incluso un concierto económico solidario para Catalunya. Esto ha llevado al mundo independentista a alcanzar una mayoría nunca vista, pero cometiendo el error de plantear la secesión como un hecho factible, desatando unas expectativas entre buena parte de la población que no tenían demasiado que ver con la correlación de fuerzas. La respuesta de los poderes españoles ha sido sino una represión en constante aumento, que comienza con la violenta respuesta al referéndum del 1 de octubre, pasa por la aplicación desmedida del 155 y acaba en unas sentencias judiciales inspiradas en el principio de venganza. Esta dinámica de acción y reacción ha finalizado de la peor manera posible, con una polarización creciente y una gran cantidad de dirigentes políticos que acaban en prisión de manera inadmisible e incompatible con el diálogo, el respeto y la democracia.

Si se pretende recuperar la normalidad política en Catalunya, es evidente que hace falta diálogo, y eso pasa por la liberación inmediata de los presos políticos, así como por el reconocimiento de Catalunya como sujeto político soberano y con derecho a decidir. Más allá de algunas abstractas apelaciones al federalismo por parte del PSOE, no existe ahora mismo desde el gobierno central ninguna propuesta para Catalunya, nada que pueda recuperar el mínimo consenso que ha ido saltando poco a poco por los aires. Como he comentado en más de una ocasión, la solución pasa por la Política (con mayúsculas). Por desgracia, estamos lejos de un escenario que nos permite ser optimistas, aunque un posible indulto a los dirigentes encarcelados puede abrir las puertas a un escenario más amable que el actual. De lo contrario, el riesgo de un desgobierno permanente es bastante serio.

Publicado en Debate Callejero, 27 de mayo de 2021

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