Idiotas
En septiembre de 2020 escribí en Debate Callejero un artículo titulado “Tropezando siempre con la misma piedra”. Denunciaba que la rápida desescalada desde la primera ola había provocado la segunda, y afirmaba que “el afán por obtener beneficios a corto plazo se vio de sobras penalizado por todas las pérdidas generadas debido a la precipitación”. En la conclusión decía lo siguiente: “La táctica cortoplacista del beneficio a toda costa no hará sino provocar lo que ya ha pasado en las ocasiones arriba referidas, es decir, generar pérdidas incalculables en el futuro. ¿Cuántas veces estamos dispuestos a tropezar en la misma piedra?”.
En diciembre de 2020, en puertas de la tercera ola, me refería al artículo anterior, explicando que había evitado titularlo “tropezando dos veces en la misma piedra (...) porque temía que íbamos a superar esta cifra y, efectivamente, nos disponemos a lograrlo”. Pocos días más tarde, la operación de salvamento de la Navidad acabó en una nueva ola durante principios de 2021.
En abril de este año, y ante el mantra de que la economía sufría si se tomaban medidas drásticas contra la pandemia, publicaba una tabla que desmiente de manera muy clara ese principio, y que reproduzco de nuevo aquí:
Para acabar, este mes de junio hablaba de la necesidad de extender las vacunas por todo el Planeta, y citaba las palabras del presidente de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos: "si tenemos una tasa de infección y tenemos sin proteger a mucha población en el resto del mundo, habrá infecciones en sitios superpoblados, en países como India, que puedan generar focos de infección y de aparición de nuevas variantes que puedan provocar que no tengamos protección con la vacuna o con la inmunidad natural que hayamos generado".
Cumpliéndose de nuevo los pronósticos, ahora sufrimos a Ómicron, consecuencia directa de la avaricia de los países occidentales y del sector farmacéutico al no liberalizar las patentes y extender la inmunización a los países empobrecidos. Así mismo, la demora en la implementación de medidas y la heterogeneidad de las mismas vuelve a poner de relieve que las autoridades siguen sin aprender gran cosa acerca de cómo gestionar esta pandemia.
La mayoría de gobernantes de los países enriquecidos dimiten directamente en la toma de decisiones y traspasan la responsabilidad al conjunto de la ciudadanía, apelando al concepto malentendido de la libertad individual. De momento, la comunidad que más se ha adelantado en el estudio de medidas contra la sexta ola está siendo Catalunya, gracias en buena medida al trabajo del “Consell Científic Assessor de la covid-19”, que ha publicado un documento de diagnóstico y propuestas concretas. Aunque algunas de sus recomendaciones han sido retocadas en una línea menos restrictiva por el govern de la Generalitat, estamos hablando del territorio que ha tomado medidas más claras contra la pandemia.
Especialmente sangrante es la decisión del gobierno español de no obligar a confinar a los contactos estrechos de los positivos, cuando la evidencia científica de la variante Ómicron implica exactamente lo contrario. Además, aconsejan a dichos contactos que minimicen su interacción social, pero si un trabajador quisiera autoconfinarse, la determinación final quedaría en manos de su empresa. Esto genera una indefensión total para la parte más vulnerable en las relaciones laborales, que puede llevar a situaciones desesperantes en cuanto a la conciliación y puede generar problemas adicionales de ansiedad en muchas ocasiones. La libertad individual, tan mencionada en los discursos oficiales, no opera para las clases populares, por culpa de una medida totalmente clasista. Detrás de este disparate se encuentra el temor de tener que asumir numerosas bajas laborales, y aquí se repite el error antes mencionado, ya que el posible ahorro a corto plazo puede verse compensado con más contagios, más bajas y mayor coste para la economía. Una vez más, opera la visión cortoplacista y la ceguera va creciendo exponencialmente.
La manera de afrontar esta pandemia es una muestra palpable de la crisis civilizatoria en la mayor parte de occidente. La gestión del cambio climático es un gravísimo mal de fondo que tampoco es afrontado con el debido rigor. Cuando los gobiernos no atienden a las evidencias científicas, se les puede calificar de incompetentes. Si además colocan a la economía por encima de todas las demás esferas de la vida, les podemos llamar negligentes. Pero si encima lo que hacen por la economía a corto plazo va en contra de la misma economía a medio y largo plazo, entonces hemos de decir que también son idiotas.
Publicado en Debate Callejero, 24 de diciembre de 2021
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